domingo, 6 de diciembre de 2015

Una visión marxista de la historia de Ceilán. Capítulo III: La Primera Guerra Mundial y los años posteriores



La Red de Blogs Comunistas está traduciendo el libro Una visión marxista de la historia de Ceilán, de N. Shanmutathasan, por su gran importancia para dar a conocer la historia de la lucha de clases en Sri Lanka y entender su situación en la actualidad.

El autor se lo dedicó a su nieto, "con la esperanza de que algún día se adentre por el sendero de la revolución, pero evitando los errores que yo cometí en mi juventud por falta de una orientación correcta".
Así que el libro es también un repaso a los errores del movimiento comunista de aquel país, enmarcados en la historia y por los conflictos del movimiento comunista internacional y, por supuesto, en el contexto asiático y del desarrollo, fortalecimiento y extensión del marxismo-leninismo y las aportaciones esenciales del camarada Mao Tse Tung.

El libro está editado por el Partido Comunista de Sri Lanka, cuyos camaradas fueron los que nos lo dieron a conocer y nos aconsejaron su traducción.

Tras la publicación de los capítulos I y II, compartimos en esta entrada el Capítulo III: La I Guerra Mundial y los años posteriores:
***


CÁPITULO III: LA I GUERRA MUNDIAL Y LOS AÑOS POSTERIORES


Los años posteriores a la I Guerra Mundial trajeron muchos cambios al mundo y, en particular, a Asia, que había estado bajo la dominación imperialista extranjera durante los dos siglos anteriores o incluso antes. El eco de las salvas de la Gran Revolución de Octubre también se dejó sentir en muchos países del continente. Las llamas de la revolución prendieron en ese gran país que es China, cuna de una de las civilizaciones más antiguas del mundo, además del país más poblado de la Tierra. Indonesia se levantó en una revuelta frustrada contra la dominación holandesa. El movimiento por la “Purna Swaraj” o independencia total cobró impulso en la India. Ceilán se vio igualmente afectado. Hubo hombres y organizaciones que se alzaron en defensa de la causa del trabajo. Ponnamplam Arunachalarn, C. H. Z. Fernando y Martinus Perera crearon la Liga por el Bienestar de los Trabajadores en 1919. La Federación de Trabajadores de Ceilán se fundó en el año 1920. Sin embargo, su influencia fue limitada. Entre los pioneros del movimiento obrero de aquel tiempo, los más conocidos son A. E. Goonasinghe y Natesa Iyer. El primero defendió la causa de los trabajadores urbanos, mientras que el segundo hizo lo propio con los trabajadores de las plantaciones. Ambos colaboraron durante un tiempo. A. E. Goonasinghe, Victor Corea y otros formaron el Sindicato de Trabajadores de Ceilán en septiembre de 1922. La primera huelga general, en la que participaron 20.000 trabajadores cingaleses, tuvo lugar en 1923. Fue esta huelga la que catapultó a Goonasinghe como líder de los trabajadores.

A. E. Goonasinghe, antiguo maestro de escuela, imitando fielmente el modelo británico, fundó el Congreso Pancingalés de Sindicatos y su correspondiente Partido Laborista, en consonancia con el Congreso de Sindicatos Británicos y el Partido Laborista británico, a cuyas sesiones asistía vestido con sombrero de copa y frac. Se trataba del típico esclavo imitando a su amo a la perfección. A pesar del reformismo y de los límites burgueses de su movimiento –Goonasinghe terminó en el seno del Partido Nacional Unido [UNP, en sus siglas en inglés] y siendo el mejor amigo de los empresarios–, en su día los británicos le llegaron a considerar ¡como un peligroso bolchevique!

Los excesos de la burocracia británica en Ceilán durante los disturbios de 1915 habían espoleado el movimiento de reformas, si bien éste se mantuvo, en todo momento, dentro de los estrictos límites del reformismo burgués. Este movimiento ni contó con el apoyo popular, ni alentó la participación de las masas, como en la India, donde los movimientos de desobediencia civil afianzaron el respaldo popular a la reivindicación de independencia. La razón de esta diferencia se encuentra en el hecho de que, al contrario que en la India, en Ceilán aún no había nacido una burguesía nacional que quisiera reemplazar al imperialismo.

En 1927, el gobierno británico encargó a la llamada Comisión Donoughmore de informar sobre las reformas necesarias en Ceilán. La importancia de la Constitución Donoughmore reside en que concedió el derecho al voto a los adultos cingaleses en un momento en que las mujeres de algunos de los países europeos avanzados, como Francia y Suiza, ni siquiera lo tenían. Además, con la excepción de A. E. Goonesinghe y su Partido Laborista, tampoco los cingaleses lo habían pedido.

¿Por qué concedieron los británicos el derecho al voto a los mayores de edad cingaleses en esta etapa, cuando Ceilán era aún una colonia británica? Sugerir motivos altruistas en los imperialistas británicos (laboristas o conservadores) es un supuesto que está por demostrar. Hay quien sostiene que la concesión del derecho al voto a los mayores de edad fue un paso progresista que allanó el camino de las reformas que siguieron. Ésta es, sin embargo, una afirmación dudosa.

La burguesía británica ya había usado las elecciones y el derecho al voto para minar el movimiento de la clase obrera británica y desviarlo del camino de la revolución, que parecía haber emprendido en los días del famoso movimiento cartista. Idéntica arma se utilizaba ahora en Ceilán para dividir y dificultar la unidad del creciente y potencialmente poderoso movimiento antimperialista, para embotar el espíritu de lucha de las masas, para difundir la ilusión de una posible transición pacífica de tipo parlamentario y, finalmente, para desviar la atención del pueblo del verdadero núcleo del poder, que eran las fuerzas armadas. Fue un intento de sustituir mediante palabras la lucha con las armas.

Cuando se vuelve la vista atrás sobre lo sucedido en estos últimos cuarenta años, desde que se concedió el derecho al voto a los mayores de edad en las elecciones en Ceilán, hay que reconocer que los británicos tuvieron más éxito del que podrían haber esperado. No es casual que fuera en el periodo Donoughmore cuando la política intercomunitaria empezó a mostrar su cara más siniestra. Incluso el “venerable caballero” Ponnambalam Ramanathan, que se había aventurado a cruzar las aguas infestadas de torpedos para interceder ante las autoridades británicas de Londres en favor de los líderes cingaleses encarcelados durante la ley marcial de 1915; que en dos ocasiones había derrotado, con el apoyo de los cingaleses, a Sir Marcus Fernando y S. W. Jayawardene en las elecciones al escaño de los cingaleses “educados” del Consejo Legislativo, que contaba con mayoría de votos nativos; incluso él, Ponnambalam Ramanathan, dimitía ahora del Congreso Nacional, que, junto a su hermano Arunachalam, había contribuido a fundar. Los dirigentes cingaleses y tamiles no pudieron ponerse de acuerdo sobre el modo de repartirse los despojos de poder que les concedían astutamente los imperialistas. El gobierno británico había arrojado la manzana de la discordia entre los dirigentes de Ceilán.

La disputa en concreto surgió cuando los dirigentes tamiles de Ceilán solicitaron un escaño tamil independiente en la provincia occidental. Los dirigentes cingaleses se opusieron a ello, alegando que se trataba de una petición de tipo comunitario. Ellos mismos, sin embargo, presentaron una solicitud de representación territorial que, según ellos, no era de ese tipo. En realidad, ambos enfoques lo eran en diferentes grados. Para la comunidad mayoritaria, la representación territorial se traducía en un mayor número de miembros de su raza elegidos. Para las minorías, la representación por comunidades nacionales producía el mismo resultado. Es imposible valorar las virtudes respectivas de uno u otro punto de vista. Lo único que se puede decir es que era de interés común, para la mayoría y la minoría, haber llegado a un acuerdo y haber presentado un frente unido contra su común enemigo y opresor. Ni siquiera estuvieron a la altura de esta idea tan elemental. Fue el imperialismo británico el que, por tanto, triunfó. Los habitantes de Ceilán se enfrentaban entre ellos por razones de casta, raza y religión, mientras el imperialimo extranjero los dominaba a todos. Al mismo tiempo, el control imperialista sobre la economía de Ceilán continuaba de una u otra forma, directa o indirectamente.

Pero la Constitución Donoughmore no fue aceptada sin protestas. Influido quizás por el movimiento nacionalista revolucionario que barría el subcontinente vecino, surgió un movimiento que criticaba la Constitución Donoughmore por distar en mucho de la auténtica libertad. Apareció así una organización llamada el Congreso de la Juventud que llamó al boicot de las elecciones previstas en la nueva constitución. Aunque también el sur había prometido su apoyo, el movimiento sólo tuvo éxito en la provincia norteña. Las elecciones para cubrir los cuatro escaños de la provincia del norte fueron boicoteadas y los tamiles de dicha zona no tuvieron representación, durante cuatro años, en el primer Consejo de Estado. Algunas opiniones han sugerido que el éxito del boicot organizado por el Congreso de la Juventud en las elecciones en el norte se debió al apoyo de los elementos más conservadores por una razón completamente diferente, a saber, el rechazo por parte de la Comisión Donoughmore de la solicitud de representación comunitaria a favor de los tamiles. Podría haber una parte de verdad en ello.

Por entonces, el Congreso de la Juventud era una organización progresista, antiimperialista y no identificada con una comunidad nacional determinada, si bien es cierto que contaba con apoyos sólo en una parte del país. Sin embargo, pronto se vio devorado por la política nacionalista emprendida en el norte por G. G. Ponnampalam y su Congreso Tamil Pancingalés. La aparición del nacionalismo en la política de Ceilán se debió, como ya se ha señalado, a la incapacidad de los dirigentes cingaleses y tamiles para ponerse de acuerdo entre ellos sobre cómo compartir la ficción de poder que los británicos estaban dispuestos a cederles. Apoyando a una parte o a la otra, según los casos, los británicos utilizaron hábilmente esta situación y consiguieron mantener a los habitantes de Ceilán divididos hasta el final.

La Constitución Donoughmore había previsto un Consejo de Estado y un sistema de comité ejecutivo, cuyos miembros tendrían más voz en materia legislativa, al tiempo que se eximía a sus ministros de trabas como la responsabilidad colectiva del gabinete. El cabeza del consejo de ministros no disfrutaba de los poderes casi autocráticos de un primer ministro con su consejo. En cualquier caso, la constitución se cuidó de salvaguardar los intereses británicos mediante la inclusión en dicho órgano de tres altos funcionarios no electos: el ministro de Finanzas, el de Justicia y el ministro principal, a quienes de inmediato E. W. Perera apodó como “los tres policías de paisano”. Eran inamovibles y responsables tan sólo ante el gobernador que los nombraba. Era inevitable que estallara el conflicto entre los altos funcionarios designados a dedo y los ministros electos.

Los británicos habían dejado bien claro que cualquier propuesta de nuevas reformas estaría condicionada a la unanimidad en el seno del consejo de ministros sobre tales reformas. Es decir, los británicos impusieron la unidad entre comunidades nacionales y con ello empeoraron la situación. D. S. Senanayake, el más astuto, así como el más reaccionario de los dirigentes burgueses cingaleses, trató de lograr la unanimidad no sobre la base de la unidad entre los líderes cingaleses y tamiles, sino mediante la creación de un consejo de ministros pancingalés. Irónicamente, el hombre que le ayudó a encontrar la fórmula que le permitió crear dicho consejo tras las elecciones, en 1936, al segundo Consejo de Estado, fue un tamil, profesor de matemáticas en la Universidad de Colombo, el polémico C. Suntheralingam, ¡por aquel entonces amigo y asesor de Senanayake!

La puesta en funcionamiento de un consejo de ministros pancingalés no hizo más que agudizar las diferencias entre comunidades. La formación del Congreso Tamil, dirigido por G. G. Ponnambalam y su estridente campaña por la representación paritaria o, como él la llamaba, por el cincuenta-cincuenta, tuvo su correspondiente en la formación en el sur de la Asamblea Cingalesa, encabezada por S. W. R. D. Bandaranayake.

El nacionalismo cingalés alimentó el nacionalismo tamil y viceversa. El pretexto esgrimido por Bandaranayake era que, antes de lograr la unidad de todas las razas, se debía lograr la de los cingaleses. R. G. Senanayake repitió este mismo argumento posteriormente. Pero la pregunta que habría habido que responder era: “Unidad, ¿para qué?” ¡Si se trataba de expulsar al conquistador extranjero, entonces era necesaria la unidad de todas las razas, no sólo de una! Si, por el contrario, la tal unidad estaba dirigida contra los tamiles, entonces la formación de la Asamblea Cingalesa estaba justificada. Si se trataba, no obstante, de esto último, entonces era una decisión de tipo nacionalista que perjudicaba al objetivo antiimperialista común. Esta tendencia a identificar a los cingaleses con Ceilán e ignorar los derechos legítimos de las minorías raciales y lingüísticas ha sido una debilidad común de todos los dirigentes políticos cingaleses burgueses. De hecho, los únicos partidos que no se identificaban con una comunidad nacional específica fueron los partidos de izquierdas. Sin embargo, hasta el Partido de la Sociedad Igualitaria de Ceilán [LSSP] y la camarilla revisionista de Keuneman terminaron por identificarse con una comunidad nacional u otra a partir de 1964 y, en especial, desde 1970. La posibilidad de que alguno de estos partidos –el UNP, el Partido de la Libertad de Sri Lanka [SLFP], el LSSP, el Frente Popular Unido, o la camarilla revisionista de Keuneman– obtenga un escaño en las zonas tamiles es tan remota como que un ciudadano de Ceilán vaya a poner un pie en la luna. No cabe la menor duda de que la dirección tomada por las políticas nacionalistas en Ceilán ha sido extremadamente negativa. Cada una de las facciones enfrentadas tenía más fe en el amo imperialista que en la otra. Era, una vez más, un ejemplo del éxito de la política imperialista del “divide y vencerás”. Es significativo que el Times of Ceylon, de capital británico, respaldara plenamente en aquel momento a G. G. Ponnampalam y su eslogan del cincuenta-cincuenta. En pocas palabras, esta reivindicación significaba que el electorado debía estar perfectamente encuadrado, de modo que en un consejo de 100 miembros, 50 fueran cingaleses y los 50 restantes se distribuyeran entre las minorías (25 para los tamiles de Ceilán, y los demás para el resto). La minoría tamil iba a resultar perdedora en este trágico conflicto. Después de haber realizado todo tipo de promesas a dicha minoría, al final –en el marco de las circunstancias cambiantes que se dieron al término de la II Guerra Mundial–, los imperialistas británicos decidieron entenderse con la mayoría cingalesa, dejando a los tamiles abandonados a su suerte. ¡Cuánto mejor les habría ido a los dirigentes tamiles si hubieran unido sus fuerzas con sus hermanos cingaleses en una reivindicación común contra el amo imperialista! Pero para eso debería haber habido un estadista de una talla que no existía ni entre los dirigentes burgueses ni entre los de las comunidades nacionales. Los nombres de G. G. Ponnampalam y de su más reciente discípulo, S. J. V. Chelvanayagam, pasarán a la historia como los de dos hombres que engañaron a los tamiles, condenándolos a la oscuridad política en que todavía están sumidos. Ello no exime de responsabilidad a los líderes de la comunidad cingalesa, pero, como minoría que tenía más que perder, los dirigentes tamiles deberían haber sido más responsables y previsores.

Entretanto, otro factor intercomunitario había entrado en escena. La crisis económica mundial de 1929-1931 también se dejó notar en Ceilán. Los precios del caucho cayeron a su nivel más bajo. Se perdieron muchas fortunas y, por primera vez, el desempleo entre los cingaleses se convirtió en un problema grave. Los parados cingaleses empezaron a mirar con envidia a los trabajadores indios de las plantaciones, que tenían garantizado el pleno empleo. A. E. Goonesinghe fue el primero en percatarse del enorme potencial que tenía esta situación. Fue él quien puso en marcha la oleada de protestas antiindias, que llegaron a alcanzar enormes proporciones, exigiendo la repatriación de los trabajadores de ese origen. Lo que más tarde se denominó el problema indo-cingalés acababa de estallar. El segundo Consejo de Estado debatió y aprobó una resolución en que se solicitaba la repatriación de una parte de los trabajadores indios empleados en Ceilán. Es interesante notar que los dos miembros del LSSP en el Consejo de Estado en ese momento, N. M. Perera y Philip Gunawardene, votaron a favor de dicha resolución, a pesar de que la posición oficial de su partido defendía que la clase obrera no tiene fronteras nacionales. La ideología antiindia se convirtió en un importante factor de la política de Ceilán que D. S. Senanayake, en la posguerra, supo convertir en la fusta con que azotar a los movimientos de izquierdas.

En vísperas de que el Congreso Nacional Indio decidiera formar un gobierno, en los albores de la II Guerra Mundial, Pandit Nehru viajó a Ceilán en 1940 para tratar de resolver los problemas entre ambos países. Pero no lo consiguió. Antes de marcharse, Nehru aconsejó a la comunidad india de Ceilán que se organizara en un Congreso Indo-cingalés, lo cual constituyó, sin duda, un consejo retrógrado y deplorable. Si los trabajadores de origen indio, engañados de ese modo, no hubieran creado organizaciones independientes del resto de su clase, aislándose así de la corriente principal del movimiento de izquierdas y progresista de Ceilán, no habrían caído en la trampa de Senanayake y de sus intentos de dividirlos y aislarlos de los trabajadores y campesinos cingaleses. En realidad, fue una tragedia cuya extensión y magnitud aún no se calibrado en su justa medida.

La importancia del problema indo-cingalés no surge del hecho de afectar a más de un millón de personas de origen indio, sino del hecho de que la inmensa mayoría de esas personas constituye el grueso de la clase obrera de Ceilán y, especialmente, de los trabajadores de la industria, responsable de la prosperidad del moderno Ceilán. Aunque el movimiento de izquierdas no lo hizo, D. S. Senanayake interpretó correctamente este problema como una cuestión de clase y no como una cuestión nacional. Entendió que estos trabajadores de las plantaciones de origen indio eran una fuerza potencialmente revolucionaria y, en consecuencia, sus enemigos.

Que Senanayake había comprendido correctamente la cuestión quedó confirmado cuando, en las elecciones parlamentarias de 1947, estos trabajadores, a través de su organización, el Congreso Indio de Ceilán, consiguieron siete escaños propios, que no sólo se oponían al UNP, sino que también contribuyeron a la victoria de un gran número de candidatos contrarios a dicho partido, en especial candidatos de izquierdas en otras circunscripciones. La suerte estaba echada cuando, en las elecciones parciales en Kandy, que se celebraron inmediatamente después de las generales de 1947, el voto de la minoría india provocó la derrota del candidato del UNP y la victoria del Sr. T. B. Illangaratne. D. S. Senanayake juró que esto no volvería a suceder jamás.

En 1948, D. S. Senanayake presentó la Ley de Ciudadanía, que establecía criterios extremadamente rigurosos para todas aquellas personas de origen indio y paquistaní que quisieran convertirse en ciudadanos de Ceilán. Dichos criterios se implantaron para que sólo unos pocos pudieran cumplirlos. Al mismo tiempo, se decretó que sólo los ciudadanos cingaleses tuvieran derecho al voto. De un solo golpe los trabajadores de origen indio perdieron su ciudadanía y el derecho al voto, quedando reducidos a la categoría de apátridas. Ya no eran ciudadanos ni de la India ni de Ceilán. El Congreso Indio de Ceilán fue incapaz de organizar protesta efectiva alguna más allá de actos simbólicos de resistencia pasiva. Para su eterna vergüenza, el movimiento de izquierdas permaneció de brazos cruzados. D. S. Senanayake había dado una victoria incruenta a la reacción.

Pero remontémonos un poco atrás en el tiempo. El periodo entre las dos grandes guerras vio la propagación de las ideas marxistas en Ceilán, traídas a la isla por estudiantes que habían cursado en universidades británicas y allí habían entrado en contacto con el marxismo, en pleno auge debido a la Revolución de Octubre en Rusia. Al calor de estas ideas, se inició el movimiento Suriya Mal en 1934, amplio conglomerado en el que confluyeron nacionalistas, antiimperialistas, socialistas y comunistas. La venta de amapolas el Día del Armisticio, el 11 de noviembre, era una actividad abiertamente proimperialista. Por lo tanto, los integrantes del movimiento Suriya Mal organizaron una campaña para contrarrestarla, vendiendo flores de suriya (Thespesia populnea) ese mismo día. Estas ventas se siguieron realizando año tras año hasta el principio de la II Guerra Mundial.

Mientras tanto, en el año 1935 se fundó el LSSP, el primer partido de izquierdas creado en Ceilán. La mayoría de sus dirigentes eran hombres que habían vuelto del extranjero después de su formación universitaria. Todos ellos defendían puntos de vista avanzados y radicales. Muchos no dudaban en afirmar abiertamente que habían abrazado el marxismo en el extranjero. Algunos de ellos eran trotskistas encubiertos. No parece haber duda alguna respecto al hecho de que existía un núcleo duro oculto de trotskistas en la dirección del LSSP, lo cual, probablemente, respondía a que no se habían formado en el seno de un auténtico partido comunista.

Sin embargo, en un principio, el LSSP trabajó en estrecha colaboración con los Partidos Comunistas de Gran Bretaña y de la India. Este último partido prestó a alguno de sus cuadros tamiles para desarrollar labores políticas entre los trabajadores de las plantaciones de esta etnia en Ceilán. El LSSP también dio su apoyo a la Unión Soviética y, durante los primeros años, los discursos de su primer presidente, el abogado Colvin R. de Silva, estaban llenos de admiración por la URSS. Durante ese tiempo, el LSSP realizó propaganda de masas en favor del socialismo y el antiimperialismo. Incluso dos de sus dirigentes, N. M. Perera y Philip Gunawardene, resultaron elegidos en el segundo Consejo de Estado. No obstante, su sectarismo se puso de manifiesto en su llamamiento, aún bajo el yugo británico, a la formación de un gobierno obrero y campesino, y en su condena de todo el trabajo sindical como reformista. De hecho, la mayoría de aquellos caballeros no eran en absoluto revolucionarios, como afirmaban, sino radicales pequeño burgueses. Sus consignas sectarias y ultraizquierdistas eran, en realidad, una reacción a la mentalidad servil y absolutamente proimperialista que exhibían los políticos burgueses del Ceilán de aquel tiempo, encabezados por D. B. Jayatileke y D. S. Senanayake. Llenaron el vacío provocado por la falta de un sector antiimperialista de la burguesía cingalesa. Ellos fueron los Nehru y los Bose de Ceilán. Estaban en sintonía con el ala izquierda del Congreso Nacional indio. Kamaladevi Chattopatoyaya, uno de los agitadores de la izquierda del Congreso Nacional indio, recorrió Ceilán invitado por el LSSP. Hasta el propio Nehru fue presentado por el LSSP en un mitin público celebrado en Galle Face, cuando estuvo en Ceilán en 1940. Hoy, retrospectivamente, una vez desenmascarado el LSSP, es fácil entender el papel de sus dirigentes. No eran revolucionarios marxistas. Eran radicales pequeño burgueses disfrazados de revolucionarios. Pero, al mismo tiempo, lograron engañar a mucha gente. La primera escisión en el LSSP ocurrió en 1939-1940, durante la guerra soviético-finlandesa. La histeria antisoviética desatada por los imperialistas y los reaccionarios en aquella época hizo que saliera a la luz la cara trotskista oculta de los dirigentes del LSSP. Fueron ellos quienes hicieron que se aprobara a toda prisa en el Comité Central una resolución de condena de la Tercera Internacional Comunista y de la Unión Soviética. Todos aquellos que se opusieron a esta decisión fueron expulsados del partido so diversos pretextos.

Es necesario señalar que esta escisión se basó en razones artificiosas y nada tuvo que ver con las políticas o tácticas del movimiento de izquierdas en Ceilán. A partir de ese momento, el LSSP anunció abiertamente su lealtad a la filosofía contrarrevolucionaria del trotskismo. También debe dejarse constancia aquí de que todos los grupos trotskistas que aparecieron en Ceilán terminaron en el campo contrarrevolucionario. El llamado padre del trotskismo en la isla, Philip Gunawardene, acabó su vida política en el seno del UNP. El principal grupo trotskista, encabezado por N. M. Perera, claudicó ante la burguesía nacional, traicionando abiertamente a la clase obrera y dando la espalda a todo lo que fuera revolucionario. Los dos diputados del grupo que se escindió del LSSP en 1964 –Samarakoddy y Merryl Fernando– votaron con el UNP en diciembre de 1964 para derrocar el gobierno de coalición, allanando así el camino para la vuelta del UNP en 1965. El actual representante autorizado de la Cuarta Internacional, Bala Tampoe, aceptó una beca de la Fundación Asia, financiada por la embajada norteamericana, para visitar los EEUU, mientras su mujer hacía lo propio con una beca de la Fundación Ebert de Alemania Occidental.

Los comunistas expulsados se constituyeron, en un primer momento, en el Partido Socialista Unido que, en 1943, pasó a denominarse Partido Comunista de Ceilán. Aunque diferían por su origen de clase de los dirigentes del LSSP, que eran en su mayoría ricos de la clase media alta, los dirigentes del PC no eran, sin embargo, más revolucionarios. Sus líderes principales habían llegado al marxismo a través del Partido Comunista de Gran Bretaña, al que se habían unido durante sus días universitarios en Inglaterra. Y el Partido Comunista de Gran Bretaña era ya revisionista incluso antes de Kruschev. El resultado fue que estos comunistas trajeron a Ceilán las políticas y estilos de trabajo revisionistas que antes habían aprendido de los “camaradas” británicos.

El PC reaccionó ante el trotskismo sectario de izquierdas del LSSP adoptando posiciones reformistas de derechas que les pusieron en muchas ocasiones en situaciones ridículas. En poco tiempo, no obstante, tanto el LSSP como el PC habían degenerado en apéndices parlamentarios del SLFP. Es cierto que, cuando el LSSP concurrió por vez primera a las elecciones al Consejo de Estado, proclamó su intención de utilizar el Consejo como plataforma para difundir sus políticas. Estas buenas intenciones, sin embargo, quedaron relegadas al olvido como consecuencia de la corrupción engendrada por décadas de política parlamentaria burguesa llevada a cabo por los dirigentes de ambos partidos. En 1956, la victoria electoral aplastante del Sr. Bandaranayake puso fin al potencial revolucionario que aún pudiese quedar. La transformación de ambos partidos en dos fuerzas parlamentarias completamente mansas era absoluta, llegando al punto de depravación política de respaldar y hacer suyas las consignas nacionalistas (por ejemplo, la línea “masala vadai” de 1965 del ala derechista del SLFP). Es más, en un intento de engañar tanto a dios como al diablo, los dirigentes de estos partidos comenzaron a participar en ceremonias religiosas, mostrándose encantados de hacerse fotos mientras ofrecían flores a las estatuas de Buda.

No es intención de esta obra entrar en los detalles de las distintas escisiones, así como de los giros y bandazos políticos que se produjeron en el seno de dichos partidos, cuestión que merece atención aparte. Pero sí es importante señalar aquí que, en 1964, los elementos revolucionarios que había en el PC se reconstituyeron como Partido Comunista de Ceilán, basado en el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tse-Tung, mientras que la camarilla revisionista de Keuneman se unió al LSSP, culminación de su sometimiento al SLFP, y esos tres partidos formaron el Frente Unido.

La II Guerra Mundial, a diferencia de la Primera, tuvo consecuencias mucho más directas para Ceilán. En primer lugar, con la entrada de Japón en guerra, Ceilán se convirtió de lleno en teatro de operaciones bélicas. A pesar de que tuvo la suerte de no sufrir más que un solo ataque aéreo japonés, en Kandy se instaló el Cuartel General del Comando del Asia Suroriental de Mountbatten. El acantonamiento de tropas de la Commonwealth en Ceilán y el enorme gasto militar imperial debido al esfuerzo bélico dirigido desde la isla, produjeron una prosperidad artificial. El desempleo desapareció. La mayoría de la gente encontró un trabajo, normalmente relacionado con la guerra. El té y el caucho se vendían a buenos precios, especialmente este último. Tanto es así que el caucho se explotó, hasta agotar su extracción, en interés de la guerra y por los beneficios inmediatos que producía. Pero no era Ceilán quien obtenía el valor real por el caucho que producía. Gran Bretaña compraba la mayor parte de la producción a un precio fijo que se abonaba en nuestras cuentas en Londres contra futuros pagos. Era lo que luego se conoció como los saldos en libras esterlinas, que D. S. Senanayake agotó estúpidamente en importaciones de productos alimenticios.
El Consejo de Ministros cooperó lealmente con el gobierno británico. El LSSP y el Partido Socialista Unido (predecesor del PC) fueron prohibidos y sus dirigentes detenidos o procesados en 1941. Los líderes del LSSP se fugaron de la cárcel en 1942 y huyeron a la India, presuntamente para dirigir la revolución allí. En la India disolvieron el LSSP y con algunos elementos trotskistas indios fundaron el Partido Bolchevique Leninista de la India, Birmania y Ceilán, nombre sumamente ambicioso, sin duda, pero que ponía de manifiesto su divorcio de la realidad. También resultaron detenidos en la India y, de inmediato, devueltos a Ceilán, donde quedaron en libertad una vez acabada la guerra. En la isla resucitaron el LSSP bajo la dirección de Philip Gunawardene y N. M. Perera, mientras que el Partido Bolchevique Leninista siguió funcionando bajo la dirección de Colvin R. de Silva y Leslie Gunawardene. En 1951 ambas organizaciones se unieron, pero Philip Gunawardene volvió a romper la baraja para crear el Partido Revolucionario de la Sociedad Igualitaria de Ceilán [VLSSP]. Mientras tanto, los comunistas utilizaron la favorable situación creada por la entrada de la Unión Soviética en la guerra y sus éxitos contra la Alemania de Hitler para presentarse como Partido Comunista en 1943.

En los años de la guerra se asistió también al surgimiento de un poderoso movimiento sindical en Ceilán. Ello se debió, por un lado, a la favorable situación en que se encontraban los trabajadores como resultado de la escasez de mano de obra experimentada durante aquellos años y, por otro, a la labor de dirección que ejercieron los partidos de izquierdas. El papel de líder sindical que ostentaba A. E. Goonesinghe fue puesto en entredicho de manera eficaz hasta conseguir que se le expulsase y desenmascarase como el colaborador de clase de la peor calaña que fue.

Los comunistas organizaron la Federación Sindical de Ceilán [CTUF] en 1940. Fue la principal fuerza entre los trabajadores urbanos durante los años de la guerra. A su vez, los dirigentes del LSSP, tras ser liberados, se hicieron cargo de la Federación del Trabajo de Ceilán, que desarrollaron como central sindical opuesta a la CTUF, dando así la espalda a la teoría original del LSSP sobre el papel de los sindicatos.

En las plantaciones, el Gobierno de Madrás, a instancias de Nehru tras su fallido intento de resolver el problema indo-cingalés en 1939-1940, prohibió todo tipo de emigración de mano de obra india a Ceilán, lo cual estimuló la organización de los trabajadores de las plantaciones en sindicatos, puesto que los latifundistas ya no podían ni repatriar a los trabajadores conflictivos a la India, ni traer de aquel país mano de obra fresca a su voluntad, como habían hecho antaño. La Federación de Trabajadores Indios de Natesa Iyer y el Sindicato de Trabajadores del Congreso Indo-cingalés fueron los principales sindicatos contendientes. Este último, que más tarde se convirtió en el Congreso de los Trabajadores de Ceilán, ganó la partida, aunque también sufrió una escisión de la que surgió el Congreso de los Trabajadores Democráticos. Las divisiones se debían al choque de personalidades y no a diferencias políticas reconocibles. Los dirigentes de ambos grupos eran burgueses y carecían de soluciones a los problemas que afectaban a los trabajadores de las plantaciones, tanto desde el punto de vista de clase como del nacional.



***

No hay comentarios:

Publicar un comentario